Presente.
Tengo la sensación de que el paso de la oleada pandémica de COVID-19 ha generado una sensación global en algunos grupos de población, de final de esta enfermedad. Al igual que en el mes de enero China nos parecía muy lejana, ahora parece que EE.UU., Brasil o casi toda Sudamérica están también demasiado lejos.
Pero esto no ha terminado, al contrario, las cifras globales de infectados y muertos a nivel mundial están en sus máximos
Esta falsa seguridad generada por la sensación de que la pandemia ya ha tocado a su fin nos lleva a relajar las medidas de prevención que hoy por hoy son básicas y fundamentales para frenar la expansión del virus.
Sigue infectándose gente, sigue muriendo gente. Es cierto que, al menos en nuestro medio, los cuadros clínicos son menos virulentos, las UCIs no están colapsadas, no faltan respiradores y las urgencias tienen el ritmo caótico habitual. Aún así seguimos manteniendo circuitos diferenciados en todos los niveles asistenciales para pacientes con sospecha de infección por coronavirus.
No nos cansaremos de gritar que mantener la distancia de seguridad, llevar mascarillas (adecuadas y puestas correctamente) y una correcta higiene de manos son las claves individuales básicas. Evitar las aglomeraciones una responsabilidad de ciudadanos y políticos.
La apertura parcial de fronteras y la movilidad de personas (entre diferentes países y en el territorio nacional) por los traslados durante las vacaciones va a suponer que el virus vuelva a circular por nuestro medio y eso puede conllevar brotes y rebrotes en zonas donde la tasa de infección en la primera oleada fue muy baja y existe poca inmunidad en la población.
Además, el miedo al colapso económico nos lleva a reactivar sectores que desde el punto de vista epidemiológico pueden ser situaciones de origen de focos. Por ejemplo, ¿cómo se pueden asegurar las medidas preventivas en una fiesta masiva de jóvenes?
Todos tenemos ganas de normalidad, pero hasta que no exista un tratamiento que haya demostrado su eficacia o una vacunación masiva para la población, no podemos relajar las medidas preventivas.
Actualmente, en ClinicalTrials, una de las bases de datos internacionales de ensayos clínicos más importantes, se encuentran registrados 164 ensayos sobre vacunas para el coronavirus y 1763 ensayos clínicos para investigar tratamientos en diferentes etapas de desarrollo.
Como ya se están vislumbrando en un horizonte cercano, la posibilidad de tener una vacuna, los movimientos antivacunas se están haciendo notar en redes sociales. Es cierto que se están acelerando al máximo los procesos. pero personalmente no creo que ningún estado ni ninguna compañía farmacéutica sean capaces de comercializar una vacuna saltándose las dos variables más importantes para el ser humano: eficacia y seguridad. Hoy por hoy, desde el punto de vista científico, la obtención de una vacuna para una enfermedad infecciosa es un paso clave para su control y posible erradicación.
Futuro.
No tengo una bola de cristal para adivinarlo pero nos planteamos varios escenarios posibles:
- Obtención a corto-medio plazo de un tratamiento y/o vacuna. La repercusión sobre nuestro comportamiento espero que sea positiva (mayor solidaridad, mantenimiento de hábitos de higiene positivos) y sin grandes repercusiones económicas a nivel global.
- Obtención a medio-largo plazo de un tratamiento y/o vacuna. El manejo de la incertidumbre a todos los niveles nos va a poner a los seres humanos en una posición compleja. Hace siglos las noticias tardaban mucho tiempo en difundirse por el mundo y hoy en día, a golpe de clic, obtenemos información inmediata. Esto hace que mantener información oculta sea cada vez más complicado. Nos tendremos que acomodar a una vida con brotes y rebrotes, a establecer un nuevo modelo de convivencia donde habrá que respetar posturas más arriesgadas frente a posturas más precavidas (en el saludo, en la convivencia o en la atención personal). Los viajes, las vacaciones o los eventos donde se congregue gran cantidad de gente no serán iguales y la “nueva normalidad” tendrá que acarrear cambios a los que nos tendremos que ir acostumbrando. La economía se resentirá y habrá que dar una respuesta a las nuevas necesidades de la población.
De todas formas el SARS-CoV-2 no será el último virus que nos ataque y posiblemente sea el primer episodio de otros muchos ya que los viajes internacionales, el comercio sin fronteras, la globalización absoluta, trae consigo intercambio de cultura, de experiencias, de mercancías, pero también de virus para los que nuestro sistema inmune no está preparado.
Las nuevas formas de producción industrial de carnes con macro explotaciones ganaderas, donde la transmisión de virus entre animales es muy frecuente, son un caldo de cultivo idóneo para que se extiendan infecciones entre animales que en cualquier momento pueden saltar al ser humano y dar lugar a una nueva zoonosis pandémica.
La especie humana se ha convertido en el animal más peligroso para la Tierra, y las reacciones biológicas para bloquear este peligro humano se producirán antes o después. La propia naturaleza está buscando un equilibrio y los seres humanos, aún con nuestro poder de uso avanzado de herramientas y nuestra capacidad de cambiar el entorno, nos hemos convertido en un cáncer natural.
Médico de Familia. Doctorando URJC. Apasionado por la aplicación de la tecnología en todos los aspectos de la salud. Entreno Pokemon, investigo con bots y a veces buceo.