Reflexiones de una despedida

Hace años me decían que con el paso del tiempo se endurecían los sentimientos hacia los pacientes… pero me he dado cuenta que es mentira.

Nos conocimos hace bastantes años, yo aún tenía pelo y era bastante más inexperto en las artes médicas. Acababa de instalarme en mi nueva plaza como «propietario» después de un concurso extraordinario de adjudicaciones de plazas en el sistema sanitario madrileño y ahí comenzó nuestra relación. Empecé a ser tu médico.

Una relación estable. Al principio nuestros contactos fueron muy esporádico, teníamos más o menos la misma edad y rebosabas salud por todos los costados. Esas visitas originadas por procesos banales, por resultados de analíticas de empresa, o esas pequeñas dudas en salud que se planeaban.

Y eso duró algunos años.

Un día culaquiera hace ahora 7 u 8 años, no lo recuerdo bien, te enfrentaste a tu primera enfermedad grave. Esa proceso que aunque ya tiene tratamientos muy eficaces, aún tiembla al pronunciarse en muchas gargantas: un cáncer.

La cirugía, la radioterapia y la quimioterapia. Ese turbante y esa colección de sombreros que llevabas para ocultar la cabeza sin pelo a la que posteriormente añadiste una peluca… con esa cara siempre sonriente y con ganas de comerse un mundo que te había puesto a prueba. Llegábamos a frivolizar, en la intimidad de la consulta, el parecido de nuestras cabezas con unas risas vitales que llenaban de optimismo esa carrera que venciste.

Le siguieron varios años de incertidumbre con marcadores tumorales en niveles óptimos que hicieron creer que la avenura había terminado.

Pero no fue así.

Hace un año y medio empezaron a subir. Un nuevo tumor, metástasis en diferentes tejidos y el dolor. El dolor del cuerpo y del alma. Otra vez la lucha y el coraje que desplegaste con mayor entusiasmo que la primera vez. Otra vez a iniciar el camino, que ya habías recorrido y que te disponías de nuevo a iniciarlo con ganas de llegar a la meta. Otra vez la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia seguida de un tratamiento crónico que te mantuvo activa durante varios meses más.

Esos meses en los que, con largas conversaciones, me enseñaste lo que significaba para tí la vida. Esos meses en los que aprendí muchas cosas sobre el ser humano, sus límites, su fortaleza, su valentía.

Esos meses en los que tras tu sonrisa, eras capaz de infundir ánimos a toda tu familia y a otros pacientes, a las que que como a tí, la vida les podía cambiar con una única frase.

Hace unas semanas vinieron a decirme que la situación estaba muy complicada. Y hace unos días me visitó tu familia para comunicarme que no estabas entre nosotros.

Estas en ese cielo en el que creías. Estás en ese otro lado donde tienes la fe de esperarnos y nos recibirás cuando llegue el momento.

Recuerdo nuestras conversaciones, nuestras risas, el compartir proyectos, inquietudes y anhelos… y alguna confidencia que quedará entre nosotros.

Hace años me decían que con el paso del tiempo se endurecían los sentimientos hacia los pacientes… pero me he dado cuenta que es mentira.

 

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Médico de Familia. Doctorando URJC. Apasionado por la aplicación de la tecnología en todos los aspectos de la salud. Entreno Pokemon, investigo con bots y a veces buceo.

8 thoughts on “Reflexiones de una despedida

  • Merche

    Claro que es mentira y a mí también me la contaron. Ahora, me pregunto: «¿Qué clase de profesor/sanitario inhumano puede decir eso de no poder simpatizar o hacer de un paciente un amigo?»

    Con los años entiendes mejor el dolor, el sufrimiento y te acercas más al Paciente. La línea de la empatía y la simpatía es muy delgada cuando pasas más tiempo con tu paciente que con un amigo o familiar. Cuando van los años de profesión y vocación pasando aprecias más la vida y te vuelves más sensible, más cercano, escuchas más al otro y te ves en la misma fragilidad.

    Los sanitarios lloramos y eso nos hace más humanos, con más vocación y más profesionales.

    José, menos mal que a nuestros chicos les enseñamos a ser humanos y sensibles.

    Mucho ánimo y seguro que en el cielo nos veremos todos de nuevo ;-))

    Eres un súper médico y una súper persona. Gracias por esta lección de hoy, amigo mío. Un besote

  • Gracias Merche por tus palabras.
    La grandeza de los sanitarios es nuestra cercanía a los seres humanos en todas sus dimensiones lo que nos genera grandes momentos de alegría (poco comparables con los de otras profesionaes no relacionadas con la salud) y grandes momentos donde nos planteamos la transcedencia del ser humano.
    La vida, la salud, la enfermedad y la muerte… nuestras constantes que nos hacen más fuertes y más vulnerables y que nuestros sentimientos dificilmente se separen de nuestro trabajo.

    Intentemos enseñar valores como complemento de lo científico-técnico a nuestros muchachosy muchachas… otro año más.

    Un besazo, Merche

  • Esther Corredera

    Cuanta verdad encierran tus palabras! Imposible no acabar siendo amigos de nuestros pacientes.
    Yo como colega tuyo que soy, así lo siento.
    Es parte de nuestra profesión, esa relación médico-paciente hacerla «humana», aunque a veces nuestro «trabajo» no nos lo facilite.Yo es lo que deseo que entiendan mis pacientes a los que mi consulta a veces se demora en tiempo , que nuestro día a día suma además de manejo de las enfermedades, la empatía con cada persona que tratamos.Gracias por expresar de una forma tan bonita lo que muchos sentimos y pocos conocen o quieren conocer, el trato humano.
    Un abrazo

  • Marco

    Qué duro, don José.

    Un abrazo pkpero.

  • Gracias Esther.
    Un beso enorme.
    Es cierto que a veces las circunstancis del trabajo no facilitan esta relación humana… pero tenemos que hacer todo lo posible para que se mantenga y recordar que la mayoría de nosotros elegimos esta carrera precisamente por esta relñación que debemos cuidar y mimar.
    Volvamos a los orígenes, a nuestros orígenes como embriones de médicos y preguntémonos cada día por qué escogimos este trabajo.

  • Gracias por el abrazo pkpero en este blog…. mola

  • Paloma

    Tuvo mucha suerte de contar contigo, a las despedidas nunca se acostumbra uno, cada una duele de una manera.
    Un abrazo grande

  • A la vista está que no es así, cada vez, (cuando la vocación va por delante), nos duele más, nos cuesta más. Y sobre todo y, eso es una dura realidad, nos rodea en nuestra profesión tanta deshumanización. Querido «Amigo-veciniki-apañero de fatigas», que puedan llevarse lo mejor que tenemos y sabemos dar-hacer, ese es nuestro pequeño-gran logro al final de todo esto.
    Ánimo y siempre en pie.
    Ana

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